Por:luisporrasmora/cadmus
Cuando el Awá mayor ve que su estudiante está listo, juntos van a la orilla del río, no de cualquier río, uno que el maestro escoge, uno donde sabe que las siä están esperando, una corriente donde se revelan los espíritus de las piedras sagradas. Y en la orilla es de observar, en la orilla es de esperar. En el siempre que empezó justo en ese momento el Awá mayor sabe que las siä están, ahí las ve con los ojos del siguiente día. Porque a los ojos del ahora no se dejan ver.
En la noche, el maestro estira la mano y echa al río un puñado de maíz blanco, ahí mismo, en el lugar de las piedras sagradas.
Es la ceremonia por la que se piden las siä.
Cuando amanece para ellos, en la arena, al borde de la corriente, aparecen la piedras sagradas.
-Agarre ésta, esa es la que sabe como curar, la otra sólo sirve para hacer mal.
Porque, en el siempre que empezó mucho tiempo atrás, las siä han sido sabias doctoras, espíritus que curan, pero también las hay sabias para hacer maldades, pues sin una, la otra no podría ser.
Esa es la mañana en que el Awá obtiene sus cuatro piedras adivinatorias: Las siä. Ellas le responderán las preguntas que el les diga, y cuando el Awá dice a las piedras sagradas, dice cantos. Cada vez que trate a un enfermo la noche guardará con obediencia el idioma sagrado del canto, y las siä le contarán al Awá secretos eternos.
Hay quienes las usarán para hacer daño, sin embargo, si es así, si se usan para causar males, el Awá irá olvidando las palabras que conocía para curar.
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miércoles, 22 de junio de 2011
Piedras sagradas
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